26 marzo

104. Revolucionaria


Dejará de ser la propiedad privada (La tierra es del Hombre, sus frutos son de TODOS los hombres). Dejará de ser la organización de los Estados bajo poderes personales. (Los reyes y sus similares son la organización de la ley de castas, el símbolo del prehistórico pastoreo; los hombres no son ya las piaras, son individualidades aptas para pensar y conocer, indagando y deduciendo, por sí mismos, las leyes de la Naturaleza)...

Las líneas que abren este comentario forman parte de un artículo dedicado al Primero de Mayo (⇑) y  publicado en la primera página del gijonés diario El Noroeste ese primer día del mes de mayo del año 1916. De su lectura se desprende que por aquel entonces a Rosario de Acuña ya no le cabe ninguna duda: aquella sociedad en la que vive no tiene remedio: «Todo cuanto vemos, y padecemos, a nuestro alrededor, ha de derrumbarse...». ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en los que aún albergaba la esperanza de que la luz de la razón, la educación, la ciencia, la vuelta a la naturaleza, terminarían por enderezar el rumbo de su querida España, presa de las supersticiones y dominada por la hipocresía y las vanidades!

Lejos quedan aquellos primeros años de la década de los ochenta del siglo anterior, cuando, tras su frustrante etapa zaragozana, decidió vivir en una quinta campestre y divulgar los positivos efectos que para la regeneración social tenía la vida en el campo y el acercamiento a la Naturaleza.

Vano fuera el decir que debieran arrasarse las ciudades para que, regenerado el individuo con la vida agrícola, se preparase la regeneración social, que tan necesaria se está haciendo en la familia humana: sobre ser imposible, hoy por hoy, la supresión de los grandes centros, como los ánimos no están dispuestos a tan radicales modificaciones, quien dijese tal cosa pasaría por loco, y a la verdad, ni aun con visos de injusticia quiero que así se me nombre; pero si bien es imposible en la actualidad tan enérgica transformación, se debe inclinar a los habitantes de las ciudades hacia la vida campestre, donde por lo menos deberían pasar dos meses al año, siendo las casas de campo una especie de lazaretos del alma, donde se purificase el espíritu de ruindades, pequeñeces y miserias de la vida mercantil, industrial, bursátil u oficinesca, y donde la familia, con la mujer a la cabeza, comparase las alegrías vertiginosas de las calles, plazas, salones y coliseos con las tranquilas felicidades de la vendimia, de la sementera, de la recolección o del pastoreo. (Influencia de la vida del campo en la familia ⇑, 1882)

Lejos también aquellos otros –la mayor parte de su vida– en los que fió todo a la defensa del librepensamiento en la confianza de que, vencidos el dogma y la superstición, la regeneración de la patria sería un hecho cierto.

No es posible ninguna evolución hacia la mayor suma de felicidad sobre mayor número de seres esparcida, sin que en el alma de las masas prenda el fuego de la cultura; y el hombre y la mujer, sin saber leer, sin saber escribir, sin saber contar, sin saber dónde vive ni lo que hay más allá de donde vive, es un verdadero animalito, es una unidad de rebaño rumiante, que con la cabeza baja, buscando siempre el pasto, anda sumiso al mandato de los pastores, bien lo lleven éstos a dehesas excelentes o bien lo conduzcan a cruentos mataderos.(«Por la cultura» ⇑).

Tras la dura experiencia del exilio portugués y después de una etapa de silencioso alejamiento, algo parece haber cambiado en el pensamiento de doña Rosario al respecto. ¿Y si la evolución, la renovación o la regeneración de la sociedad no fuera el mejor medio para su transformación?

La Libertad guiando al pueblo, Eugéne Delacroix (1830)

Algunos asuntos ocurridos en 1917 –y la reflexión que sobre ellos nos ha dejado por escrito– puede aportarnos alguna pista. Próxima a cumplir los sesenta y siete, cansada y arruinada, ha comprobado en sus  propias carnes que los enemigos son muy poderosos; que poco se ha conseguido desde que treinta y tanto años antes decidiera adherirse al campo de los librepensadores.  ¿Destruir para construir?

Rusia ha despertado a la «Edad Futura». Esta espantosa guerra europea ha sido la tea encendida ante cuyo resplandor se vuelcan, en las necrópolis de la historia, todos los poderíos aristócratas, todos los privilegios de clase, todas las autoridades impuestas a la Humanidad, espiritualmente, por los terrores del más allá de la muerte, y materialmente, por las bombas de los cañones y el filo de los sables. («Las mujeres revolucionarias rusas» ⇑)

Las bombas de los cañones y el filo de los sables... Por entonces en España reformistas, republicanos y socialistas le dan vueltas a la posibilidad de convocar una huelga general, hasta el punto de que habían llegado a pactar la formación de un Gobierno provisional del cual Melquíades Álvarez sería el presidente y Pablo Iglesias el ministro de Trabajo. Las simpatías políticas de doña Rosario eran conocidas; sus contactos con socialistas, reformistas y anarquistas,también; sus apelaciones a la NUEVA ERA que habría de llegar para acabar con la civilización que se derrumba, estaban en las páginas de los periódicos. Y, sobre todo, aquel artículo (⇑), repleto de expresiones grandilocuentes, con sospechosas palabras resaltadas con letras mayúsculas: «en esta HORA SUPREMA para España…», «¡más vean los demás si para ellos y su descendencia llegó la hora de vivir, porque la cuestión es de VIDA o MUERTE!»

  Hoy es Rusia, la patria de Gorki y de los dos más grandes apóstoles de la emancipación moral y material del hombre, la que levanta el primer grito de libertad… ¿Cuál será el que se alce mañana para sacudirnos por siempre, de los sicarios de la superstición, de las tiranías y del odio?... Uno de los primeros decretos de los primeros salvadores hombres (hombres) de Rusia es la abolición de la pena de muerte: sólo este decreto basta para conocer el plano de grandezas con que actúan. «Por el fruto los conoceréis», ha dicho el Evangelio. A la Rusia que fue, durante siglos, una sucesión de ajusticiados, de asesinados; a la Rusia de los zares, ha sucedido la Rusia de los garantidos en sus vidas, el primero de los derechos que constituye la personalidad humana.(«Las mujeres revolucionarias rusas» ⇑)

En 1917 Rosario de Acuña estuvo en el punto de mira de los gobernantes. La policía efectuó, de madrugada, dos registros en su vivienda. Los organizadores de la huelga general fueron encarcelados... Represión, dolor.

¿Y no lloraremos por todos estos dolores? ¡Vaya si lloraremos! Pero hay que sobreponerse, dejar el llanto para luego, para más tarde, cuando dejen de actuar las garfiadas y los mordiscos ¡Ay! Han de llegar para la humanidad días luminosos, después de la noche en que vamos entrando; días en que el llanto corra, corra, no acre, royente de piedades y conocimientos, sino suave, desahogador, brotando de un insaciable afán de amar, de comprender, de esperar y de creer... Luego, ¡luego, lloraremos!; ahora, ¡vivan las guadañas, las hoces y las piedras! Las mueve el soplo de Némesis, que ni sonríe ni acaricia mientras una sola desviación de su balanza le preocupa.(«Las castañas asadas» ⇑, 1923)



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